miércoles, 13 de octubre de 2010

De alegría

Elada mediana soñó a una abuela próxima. No era ella misma. No era ni siquiera de su parentela.
Soñó principalmente bicicletas, una montaña de su vestido. Apartó las tierras planas del cielo rayado, se propuso hacer girar a la anciana como a un trompo.
De su mate salieron duendes tristes, pobres, quemados por el agua muy caliente: gente encorvada como ella, nadie con la boca cerrada.
Pero explotó en lluvia la anciana trompo: de su vejez y de su tiempo, de su cara latina, África, señora de la calle.
Y Elada mediana se despertó con frío, a cualquier hora que no era, pidiendo prestada al Gabrio, su vecino, la otra oreja.

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